Jon Pascua: “Tenemos los mejores porteros que se pueden tener”

Jon es un tipo de apariencia ruda, con un carácter abierto, con la piel marcada a fuego no sólo por la tinta, y que reconoce que salir de España, de su zona de confort, le abrió la mente, le enseñó a empezar de cero, pero sobre todo le obligó a poner en práctica su capacidad de adaptación y forjó su filosofía de vida

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Descripción

“Nací un 25 de julio de 1972 en Bermeo, un pueblo de la costa vizcaína con una gran tradición pesquera. Crecí en el seno de una familia humilde y trabajadora”. Así comienza la historia de Jon Pascua, el singular preparador de porteros del Betis. Líneas escrita de su puño y letra en su página web, un rinconcito que nació en la soledad de Sudáfrica, hace ya algunos años, durante una aventura profesional que, posiblemente ahora, con la perspectiva que dan los años, supuso un gran punto de inflexión en la carrera de este preparador de porteros de 46 años, que, tras darse cuenta de que no tenía futuro bajo palos (las lesiones tampoco le ayudaron), decidió perseguir su sueño, su particular camino a Ítaca, un viaje que le ha llevado a parar en la Avenida de La Palmera.

Jon es un tipo de apariencia ruda, con un carácter abierto, con la piel marcada a fuego no sólo por la tinta, y que reconoce que salir de España, de su zona de confort, le abrió la mente, le enseñó a empezar de cero, pero sobre todo le obligó a poner en práctica su capacidad de adaptación y forjó su filosofía de vida. Todo ello lo aplica hoy a los entrenamientos. “Gracias a él, me he convertido en mejor portero”, dijo Adán hace unos meses. Ese es el efecto que Jon Pascua tiene en todos los que pasan por sus manos, un poder inspirador, que les obliga a pensar, a reflexionar, a abandonar la comodidad y esforzarse por ser mejores porteros.

El reto para él esta temporada será conseguir que, tras la profunda remodelación de la portería, comience una nueva y exitosa etapa bajo palos. De momento, el carismático técnico se ha ganado el cariño de gran parte de la afición, que le sigue en masa en Twitter, donde tiene más de 13.000 seguidores. Sus intervenciones le han convertido en alguien muy popular y ESTADIO ha tenido la oportunidad de indagar un poquito más en la personalidad y el trabajo de este vasco, responsable de la portería verdiblanca.

– Comencemos por lo más cercano, sus competencias en la portería. En lo que le compete directamente, durante la pretemporada ha habido muchas dudas sobre quién podía ser el portero titular. ¿Usted lo tenía claro?
– Creo que Setién ha repartido los minutos, como ya hizo el año pasado, y como lo hace con todos los jugadores durante la pretemporada. Pero, el más apropiado para responder a eso es él, que es quien hace las alineaciones. Pero, es verdad que no había una idea de antemano. Los dos partían de la misma posición.

– ¿Le pide consejo?
– Indudablemente, hablamos. Ellos entienden mi posición como la de un preparador físico especializado en el mundo de la portería. No soy técnico especial para tomar decisiones, pero claro que hablo con el entrenador.

– ¿Y qué piensa de los dos porteros del Betis?
– De momento, los estoy conociendo porque una cosa es verlos en otros equipos y otra muy diferente trabajar con ellos. Para mí son dos porteros que tienen mucho potencial por sacar. Son de perfiles diferentes, que nos pueden dar muchas cosas.

– Teniendo Setién un perfil de portero tan definido, ¿por qué dos porteros tan diferentes?
– Pues, no sé. De Antonio Adán se decía que tenía una gran carencia con los pies. Al final nos dimos cuenta de que tanto él como Dani y Pedro fueron haciendo el tipo de juego que quería el míster y lo hacían bien. Hubo muchas dudas con la lesión de Adán y Dani Giménez resolvió. Lo que hacemos es seguir construyendo. Yo creo que a la hora de firmar tienes que ver muchas cosas. En estos momentos, tenemos a los mejores porteros que podemos tener.

– Trabajar con porteros que no se ajustan específicamente al perfil deseado del entrenador, como sucedió el año pasado con Adán, suponen un reto mayor para usted, imagino.
– En ese aspecto tampoco le doy muchas vueltas. No soy un entrenador que pida porteros. Si tuviera que pedir a alguno, pediría a Ederson Moraes, del City, o a Ter Stegen, del Barcelona, pero hay que ser realistas. Eso para mí es más motivante. Porque lo vimos el año pasado. Me ayuda a mí también a crecer.

– ¿Cómo es su trabajo diario con los porteros?
– Creo que la propuesta es clara. Los porteros que llegan saben cuál es. Está claro que ellos ya van a llegar implicados de entrada. Lo que hay que ajustar es la metodología. Eso es un poco más complejo. Los preparadores de porteros solemos disponer al día de 25-30 minutos. Tengo que ser mucho más directo. Ir al grano en las necesidades específicas. No sólo trabajamos las herramientas, también trabajo la forma de entender el momento en el que tienes que usarlas. Es un trabajo más duro porque tienes que pasar mucho tiempo con ellos, sobre todo el primer año, pero cuando adquieres la dinámica y entienden el por qué y el para qué, todo va mucho más rodado.

– ¿Suele estar el típico entrenador cansino?
– Me dedico a inspirar para que el proceso lo hagan ellos y yo no tenga que estar constantemente encima de ellos. Mi idea es hacer que ellos sean los que demanden esa información. El año pasado lo conseguimos y este año prácticamente igual. Prefiero hacerlos pensar que tienen que trabajar. Mi trabajo, al fin y al cabo, es quedarme sin trabajo. Ese es el punto al que hay que llegar. Que ellos sepan cómo tienen que entrenar. Es como educar a un hijo. Al final lo educas para que ellos un día no necesiten tu ayuda y vayan solos.

– ¿Entrena haciendo diferencias entre titular o suplente?
– Sabiendo el portero que va a jugar, ajusto los contenidos a su forma de trabajar. Hay quien puede pensar que creo diferencias entre uno y otro, pero es que haría lo mismo si fuera el otro al que le tocase jugar durante la semana. Y, por encima de todo, está el equipo. Lo que tenemos claro es que no beneficiamos a uno u otro, sino que pensamos en el equipo por encima de todo.

– ¿Cómo lo vivieron el año pasado Adán y Dani Giménez?
– La verdad es que en este aspecto, bien, porque los roles estaban muy asumidos. Dani es un profesional como la copa de un pino y me lo pusieron fácil.

– ¿Cómo vivió el tramo final de temporada con las lesiones de Adán, Dani Giménez? ¿Al borde del ataque de nervios?
– Me lo tomé con bastante calma. Sobre todo, porque tengo bastante experiencia a la hora de gestionar departamentos de porteros de hasta cuatro profesionales. En Sudáfrica tenía tres internaciones de diferentes países. Jugamos cuatro competiciones y había semanas en las que jugaba un portero y a la semana siguiente estaba en la grada. Eso no es una gestión que tú haces de un día para otro. Ese trabajo lo haces durante el año. No me centro sólo en el titular, también me centro en el desarrollo y mejora del talento del portero suplente. Cuando pasó lo de Adán, yo estaba tranquilo, porque sabía que Dani iba a resolver. Igual que cuando él se lesionó, con Pedro. También depende del positivismo que tenga cada uno.

– Adán llegó a decir que gracias a usted ahora es mejor portero.
– Para mí es fundamental, y sobre todo a la hora de entrenar, servirles de inspiración. Creo que los porteros de primer nivel están tan centrados en la competición que se olvidan de seguir aprendiendo. Es todo ganar. Hay que ganar, pero el medio para ganar es ser mejor a todos los niveles. Tienes un partido cada semana y te mediatiza. Pensar en ganar no es la mejor manera para seguir aprendiendo. Pero ese trabajo hay que hacerlo desde la base.

– ¿Qué podemos esperar de Joel y Pau esta temporada?
– Creo que podemos esperar que ofrezcan el rendimiento que dio la portería el año pasado, que no tengamos estrés.

– Cambiando un poco de tema, hábleme de sus inicios.
– Estuve unos años en el Athletic Club. Después tuve una experiencia de cinco años en Sudáfrica. Y de ahí a la selección de Filipinas.

– ¿Cómo le llega la oportunidad de irse a Sudáfrica, al Mamelodi Sundowns de Pretoria?
– Me incorporo porque el preparador físico de Antonio López, que era el entrenador, había coincidido conmigo en el Athletic. En Sudáfrica necesitaban a alguien con mucha energía. No tanto un preparador de porteros con mucha experiencia porque es un entorno complicado. Necesitaban a alguien que quisiera labrarse un futuro y pensaron en mí.

– ¿Qué se encontró a su llegada?
– En lo que me afectaba, el nivel de porteros, veía que eran porteros que no tenían un trabajo de base. Sí que competían, pero con un potencial de mejora grandísimo. Ahí aprendí a ir a la esencia de los entrenamientos y a lo más básico. Eso te da la posibilidad de detectar ciertas cosas gracias a haber podido trabajar desde la base. Te da una inteligencia para afrontar ciertas cosas, habilidad para resolver problemas.

– Imagino que fue una experiencia enriquecedora no sólo a nivel profesional.
– No hay día en el que no recuerde algo de allí. Sobre todo, porque fue una etapa que me valió para conectar conmigo mismo. Era una cultura diferente, no conocía el idioma, te sentabas en una mesa y hasta los primeros meses no sabías de qué hablaban. Ellos hablaban inglés pero mezclado con otros dialectos. Me llamó mucho la atención la humildad de los jugadores. Y lo que disfrutan, los cánticos en el vestuario. Es todo diferente. La manera en la que se tratan. Me llamó mucho la atención las diferencias entre las escalas sociales. Cuando eres un entrenador que los tratas a todos por igual, ellos al principio te miran como extrañados. Cuando tú les tratas a la misma altura, a ellos les choca mucho. Son tantas cosas que podría estar aquí horas y horas.

– Y, de ahí pasó a Filipinas, en las antípodas en todos los sentidos.
– El carácter no tiene nada que ver. Mi primer contraste lo noté nada más llegar. Llegas a un edificio de 30 plantas, entras en el ascensor, nadie dice ´buenos días´, nadie contesta… En África, en cambio, tenías que mirar a los ojos, dar la mano casi a diario… El cambio fue atroz. Y el fútbol tampoco tenía mucho que ver uno con otro. En África estaba todo mucho más evolucionado, en crecimiento. Y cuando llegué a Filipinas fue todo lo contrario. Al principio, me costó mucho aceptar mi nueva situación, que no era el fútbol en el que yo quería trabajar, pero era el que había. Eso fue muy importante. Me costó meses aceptarlo. Cuando lo acepté, me centré en seguir desarrollando mi modelo. Ir un poquito más allá. Reflexionar sobre qué cosas tienen mayor impacto en los porteros…

– Pero antes de dedicarse a entrenar, usted hizo sus pinitos, llegando a formar parte del Zaragoza que ganó la Recopa. ¿El Jon Pascua jugador hubiese sido titular con Quique Setién?
– Creo que si algo tengo es una gran capacidad de adaptación porque soy muy tenaz. Si hay necesidad de algo, no me queda otra que ir a por ello. Otra cosa es que tengas una serie de carencias. Yo me di cuenta de que no iba a llegar y de que tenía que encauzar mi vida por otro lado.

– Y, cuéntenos, ¿en qué momento decide dar un giro a su vida, colgar los guantes y comenzar su particular camino a Ítaca?
– Yo ya veía hacía tiempo que no iba a llegar a ser jugador de Primera. Si por algo me tengo es por medio listo. Uno se conoce bastante y ve que no. Cuando estuve con el Alavés de tercer portero, con porteros de nivel, es cuando no puedes seguir engañándote a ti mismo. Me fui a Extremadura, y allí ni terminé la temporada. Me di cuenta de que no podía y me marché.

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